viernes, 7 de marzo de 2008

Huelga y justicia

Huelga y justicia

Carlos Elizondo Mayer-Serra
7 Mar. 08

Algunas de las escenas más impactantes de los murales de Diego Rivera son las de obreros marchando contra repugnantes burgueses en busca de justicia social. Nuestros libros de texto gratuitos, por lo menos con los que yo estudié, estaban teñidos de esa lógica. Muchos, además, como estudiantes vimos los murales directamente en Palacio Nacional. Son muy impresionantes.

Los obreros han mejorado su nivel de vida en buena medida gracias a su capacidad de organización. Sin embargo, en una economía abierta, donde competimos con países como China donde los sueldos son bajos y los derechos laborales casi nulos, es necesario conciliar las conquistas laborales con la productividad de las empresas. Si éstas no son capaces de competir, tarde o temprano los trabajadores resentirán los efectos. Los contratos-ley, como los de la industria del caucho y del hule o los de la caña de azúcar, terminan por minar la rentabilidad de todo un sector y con ello la estabilidad en el empleo.

En países donde los obreros y empresarios colaboran, el desempeño del aparato productivo tiende a ser más eficiente y termina por beneficiar al trabajador con mejores ingresos y mayor generación de empleos. Países como Estados Unidos, con leyes laborales menos proteccionistas que las nuestras, han incrementado su productividad y a la larga han mejorado el ingreso.

Una mayor justicia social no descansa únicamente en el conflicto bilateral entre empresarios y obreros. El Estado requiere cobrar impuestos y gastar lo necesario en los sectores más desfavorecidos. En los países europeos, cuando se mide la desigualdad antes de impuestos y gasto gubernamental es notablemente más elevada que después. Esas sociedades son más igualitarias gracias a su política fiscal. Ésta debe estimular la inversión y ayudar a que el país sea más competitivo. Por ello, gastar en buena educación o mejorar la provisión de servicios de salud no sólo es socialmente justo, sino económicamente razonable.

Se necesitan también empresarios dispuestos a regresar una parte de sus utilidades en donativos altruistas. Si la clase empresarial en Estados Unidos goza de más legitimidad que la nuestra es en parte por su amplia labor de filantropía, mucho mayor en términos agregados que la de los empresarios en México.

Cuando el patrón es el gobierno, la disputa por la justicia social entre trabajadores y patrones rara vez tiene sentido en términos de equidad. Ahí un peso de ingreso adicional que se lleva el trabajador o el funcionario es a costa del ciudadano, tanto del que paga impuestos como del que recibe el gasto público. Toda conquista laboral que implique reducir el trabajo de los empleados públicos se revierte en menos servicios al público o de peor calidad. En el sector público los trabajadores deberían tener ingresos y condiciones similares a los de los trabajadores del sector privado en tareas similares. No más.

Claramente éste no es el caso en México. Sueldos, pensiones y condiciones laborales en el sector público son notablemente mejores que en el privado. Además, la rigidez en los contratos colectivos lleva a una baja disposición de servicio por parte de los empleados públicos. Si trabajan poco o mal no les pasa realmente nada. No hay proyecto de justicia social posible con los acuerdos laborales vigentes ya que incrementan de forma brutal el costo de proveer servicios públicos que además son de baja calidad.

Una huelga contraria a la justicia social es lo que estamos viendo en este momento en la Universidad Autónoma Metropolitana, en paro desde el pasado 1o. de febrero. Los salarios y condiciones de trabajo son mejores que los de empleados similares en el sector privado. La UAM obviamente no gana dinero. Si les aumenta el ingreso a sus trabajadores será a costa del resto de los mexicanos. Si no logra una mejor administración de sus abundantes recursos humanos estaría proveyendo una educación pública de menor calidad y más cara de la que podríamos tener al precio que nos cuesta la UAM. Es a través de una buena educación como realmente se alcanza la justicia social, no con huelgas.

Caso de extrema injusticia es lo que sucede en Luz y Fuerza del Centro. A pesar de estar subsidiada, la empresa está quebrada. Pero este mes los trabajadores van por más ingresos y mejores condiciones laborales. Si tuviéramos que pagar la energía que vende esta compañía al precio real, el recibo promedio saldría unas tres veces más caro. Entonces sí protestaríamos, pues como consumidores veríamos el costo de esa "justicia social", pero como contribuyentes se diluye el costo y nadie protesta.

Ahora bien, los sindicatos de trabajadores del gobierno y de sus empresas son actores muy poderosos. Fueron clave en el arreglo político predemocrático y tienen muchos recursos para promover sus intereses. Unos desde el sistema, a través, por ejemplo, de sus legisladores amigos, otros presionando desde afuera con la amenaza de paralizar al país. Es posible que una vez más ganen la batalla. Pero no hablemos en este caso de una justa conquista laboral, sino de que tendremos menores recursos públicos que deberían estar disponibles para enfrentar los muchos rezagos sociales.

Correo electrónico: elizondoms@yahoo.com.mx

2 comentarios:

Miguel González Madrid dijo...

Brillantes opiniones la de Carlos Elizondo y, antes, de Gilberto Rincón Gallardo. Agregan nuevos elementos de reflexión sobre el conflicto laboral en la UAM y su contexto.
La euforia que sienten algunos en un ambiente de huelga y en movilizaciones por las calles para buscar solidaridad, aunque los objetivos tengan una naturaleza eminentemente económica y no impacten realmente la lógica del sistema, es un estado mental que muchos hemos vivido con experiencias similares.
El autoengaño, en esos estados, nos hace creer que podremos ganar la guerra contra el sistema, incluso sólo desde el bastión que nos corresponde. Lo lamentable es que tal ilusión nos hace perder de vista alternativas diversas de cambio social. No es que tengamos que aceptar la ideología del "fin de la historia" o que nos resignemos a vivir con el sistema capitalista oprimiendo nuestras vidas. Para cambiar el sistema y todas sus formas de dominación y operación, como la neoliberal, no hay una vía, sino varias. No existe ya un centro de dirección del cambio, sino muchos. John Holloway lo ha señalado muy bien en su libro CAMBIAR EL MUNDO SIN TOMAR EL PODER, aunque se le ha criticado por cierta concesión al anarquismo.
Las luchas sindicales son sólo una parte del engranaje de las luchas sociales. Por la vía reduccionista de la redistribución del ingreso no llegaremos lejos, además de que, como bien señala Carlos Elizondo, en todo caso lo que su puede ganar en un sector de trabajadores (si así fuera) lo perderían otros. En esa dirección estaríamios admitiendo una redistribución de migajas. Pero de lo que se trata es de cambiar las relaciones de poder en la producción del pastel y en el reparto de la riqueza desde su origen. No estaría mal que los trabajadores de la UAM o los de todas las universidades públicas obtuvieran mejores ingresos salariales. Pero, además de que eso no se puede lograr en el contexto de una huelga aislada, implicaría sacrificar otras necesidades sociales.
Tomar como pretexto que se iría progresivamente a un objetivo de mayor alcance desde una huelga, es ignorar una serie de consecuencias en una Universidad que, por su naturaleza, es plural y diversa. Creer que desde la UAM se puede hacer la revolución si se atizan otros movimientos sociales, crece la solidaridad, etc., es mantener aspiraciones legítimas de cambio social bajo el efecto de una euforia desmedida en un momento equivocado. Una cosa sí han logrado algunos dirigentes del SITUAM: unificar a la comunidad universitaria,... pero en su contra.
Ahora, para evitar mirar los errores propios, el puñado de dirigentes ultraizquierdistas y maximalistas quieren refugiarse en la búsqueda de solidaridad coyuntural y, fundamentalmente, en una petición que dignificaría acciones perdidas, pero que es absurda en las circunstancias actuales: un elevado incremento salarial a toda costa. El "todo o nada" no sirve como estrategia en un entramado de intereses en el que cada cual también se defiende en una lógica de negociación. Si se adopta la estrategia de negociación no hay lugar, entonces, para mantener una actitud necia, irracional e irresponsable. ¿Quedará la pérdida de un trimestre lectivo, en última instancia, como tablita de salvación de los errores sindicales, y se buscará adjudicarlo como una consecuencia de la oferta limitada de las autoridades de la UAM? Al contrario. La pérdida de un trimestre podría ser adjudicada al SITUAM, aun cuando éste quiera lavarse las manos desde ahora. Un modelo de sindicato está a punto de ser finiquitado. A veces, buscar una nueva etapa de vida se convierte en la muerte, cuando se hace a costa de los demás, de los propios aliados.

Miguel González Madrid dijo...

Brillantes opiniones la de Carlos Elizondo y, antes, de Gilberto Rincón Gallardo. Agregan nuevos elementos de reflexión sobre el conflicto laboral en la UAM y su contexto.
La euforia que sienten algunos en un ambiente de huelga y en movilizaciones por las calles para buscar solidaridad, aunque los objetivos tengan una naturaleza eminentemente económica y no impacten realmente la lógica del sistema, es un estado mental que muchos hemos vivido con experiencias similares.

El autoengaño, en esos estados, nos hace creer que podremos ganar la guerra contra el sistema, incluso sólo desde el bastión que nos corresponde. Lo lamentable es que tal ilusión nos hace perder de vista alternativas diversas de cambio social. No es que tengamos que aceptar la ideología del "fin de la historia" o que nos resignemos a vivir con el sistema capitalista oprimiendo nuestras vidas. Para cambiar el sistema y todas sus formas de dominación y operación, como la neoliberal, no hay una vía, sino varias. No existe ya un centro de dirección del cambio, sino muchos. John Holloway lo ha señalado muy bien en su libro CAMBIAR EL MUNDO SIN TOMAR EL PODER, aunque se le ha criticado por cierta concesión al anarquismo.

Las luchas sindicales son sólo una parte del engranaje de las luchas sociales. Por la vía reduccionista de la redistribución del ingreso no llegaremos lejos, además de que, como bien señala Carlos Elizondo, en todo caso lo que se puede ganar en un sector de trabajadores (si así fuera) lo perderían otros. En esa dirección estaríamos admitiendo una redistribución de migajas. Pero de lo que se trata es de cambiar las relaciones de poder en la producción del pastel y en el reparto de la riqueza desde su origen. No estaría mal que los trabajadores de la UAM o los de todas las universidades públicas obtuvieran mejores ingresos salariales. Pero, además de que eso no se puede lograr en el contexto de una huelga aislada, implicaría sacrificar otras necesidades sociales.

Tomar como pretexto que se iría progresivamente a un objetivo de mayor alcance desde una huelga, es ignorar una serie de consecuencias en una Universidad que, por su naturaleza, es plural y diversa. Creer que desde la UAM se puede hacer la revolución si se atizan otros movimientos sociales, crece la solidaridad, etc., es mantener aspiraciones legítimas de cambio social bajo el efecto de una euforia desmedida en un momento equivocado. Una cosa sí han logrado algunos dirigentes del SITUAM: unificar a la comunidad universitaria,... pero en su contra.

Ahora, para evitar mirar los errores propios, el puñado de dirigentes ultraizquierdistas y maximalistas quieren refugiarse en la búsqueda de solidaridad coyuntural y, fundamentalmente, en una petición que dignificaría acciones perdidas, pero que es absurda en las circunstancias actuales: un elevado incremento salarial a toda costa. El "todo o nada" no sirve como estrategia en un entramado de intereses en el que cada cual también se defiende en una lógica de negociación. Si se adopta la estrategia de negociación no hay lugar, entonces, para mantener una actitud necia, irracional e irresponsable.

¿Quedará la pérdida de un trimestre lectivo, en última instancia, como tablita de salvación de los errores sindicales, y se buscará adjudicarlo como una consecuencia de la oferta limitada de las autoridades de la UAM? Al contrario. La pérdida de un trimestre podría ser adjudicada al SITUAM, aun cuando éste quiera lavarse las manos desde ahora. Un modelo de sindicato está a punto de ser finiquitado. A veces, buscar una nueva etapa de vida se convierte en la muerte, cuando se hace a costa de los demás, de los propios aliados.